Me había retirado del consejo de administración de la empresa de informática hace sólo unos meses. Simplemente no me gustó la lucha de poder. No había sido fácil para mí, y si soy sincero conmigo mismo, los demás también habían ejercido una suave presión. ¿Qué haces a los 40 años, con una familia, una casa y sin trabajo? A través de mi red, se presentó rápidamente una nueva oportunidad. Así que había firmado un contrato con una empresa de consultoría informática como socio. El trabajo estaba bien, los compañeros que conocí parecían agradables, mi futuro campo de trabajo era desafiante y emocionante. En realidad, podría estar satisfecho. Pero algo dentro de mí me decía: '¿No te has decidido demasiado pronto? ¿Por qué no has buscado alternativas? Deberías haber tenido tiempo para pensar en lo que quieres para el futuro. ¿Es el autoempleo lo correcto? Aunque me decía a mí misma que todo estaba bien, los pensamientos no desaparecían. He hablado con mi mujer sobre ello. Ella podía entenderlo bien. "Clemens", me dijo, "ve a ver a un entrenador que sepa de estas situaciones. Conozco a alguien en mi red que se supone que tiene mucha experiencia. "Una mujer", pregunté, un poco sorprendido. "¿Por qué no? Quizá tenga un enfoque diferente, quizá ideas que a ti no se te ocurrirían fácilmente". "Podría ser", asentí con la cabeza. "¿Por qué no me das el número de teléfono?" Al día siguiente llamé. La mujer tenía una voz agradable, y cuando la conocí al día siguiente, me quedé muy impresionado al ver a una mujer atractiva de mi edad frente a mí. Afirmé que tampoco era mal parecido a mis 45 años, y ella pareció notarlo también: "Buenas tardes, señor Mertens, me alegro de que haya podido venir". Yo también la saludé y le dije: "Un placer". Me presenté brevemente y le conté de qué iba. Escuchó con mucha atención, tomando notas mientras yo hablaba. Nos sentamos en una sala de reuniones de la 10ª planta. El sol estaba enviando sus últimos rayos. Estaba anocheciendo y miramos hacia la calle, donde el tráfico de después del trabajo fluye tenazmente. "Gracias por su franqueza, Sr. Mertens", dijo cuando terminé. "Le he entendido decir que quiere comprobar por sí mismo si va por el buen camino, aunque ya haya firmado un contrato". "Esa es exactamente la cuestión. Y todo tiene que ser muy discreto, por supuesto". "Puedes confiar en eso". Durante los siguientes días y semanas fui a verla regularmente. Elaboramos un análisis muy preciso de mis competencias y criterios de búsqueda. La asociación en la que quería entrar fue examinada desde todos los ángulos y puesta a prueba. Me puso tareas en las que pudimos discutir si el tema del autoempleo era adecuado para mí. Y elaboramos un perfil mío que se envió a consultores de contratación seleccionados para que pudieran examinar las alternativas del mercado. Me invitaron muy rápidamente. Los reclutadores encontraron mi perfil atractivo y me presentaron a varias empresas. Las entrevistas fueron buenas y empezaron a surgir los primeros posibles trabajos. Cuantas más oportunidades se presentaban, más crecía en mí el deseo de tomar una decisión. No pude enfrentarme a mis nuevos compañeros con el hecho de que no vendría después de todo poco antes de empezar en la nueva empresa. Lo mencioné en una de nuestras conversaciones. Mi entrenador no parecía sorprendido. "Ahora se encuentra en un punto de decisión. Es bueno que tú mismo sientas esto. Veamos todas las alternativas juntas y evaluémoslas. Al final, tienes que decidir". Elaboramos una matriz con todos los criterios necesarios y discutimos largamente cada alternativa. Al final, se hizo evidente que la asociación sería el camino correcto, aunque el tema del trabajo por cuenta propia seguía haciéndome sentir cierta inquietud. Dos meses después me incorporé a la nueva empresa como socio. Fue sorprendentemente bien desde el principio. Y aprendí que el hecho de cobrar un sueldo o hacer una factura es sólo una cuestión de perspectiva. Por supuesto, hubo meses en los que el rendimiento fue inferior. Pero cuanto más tiempo salía como socio, más confianza adquiría. Y la preocupación de que pudiera facturar de menos desapareció. Hablo con mi entrenador por teléfono de vez en cuando. Una vez al año nos reunimos para hablar y hacer una pequeña evaluación. Así que ahora forma parte de mi equipo interno.